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A palavra "querido", comum no português brasileiro, pode causar estranhamento para hispanofalantes. Em espanhol, ela carrega uma carga afetiva e íntima muito maior, muitas vezes associada ao amor. Assim, expressões como "obrigado, querido" ou "adeus, querido", embora sejam apenas fórmulas de cortesia em português, despertam no hispanofalante um eco emocional inesperado, fruto das diferenças culturais e linguísticas entre proximidade física e verbal.
Probablemente, “querido” sea uno de los términos más desconcertantes para un hispanohablante en Brasil.
La cercanía física —tan común en la cultura brasileña— provoca cierto rubor interno en quien proviene de una cultura donde esa misma cercanía se expresa de otro modo, más cargado de matices. Brasil es el país de la proximidad física donde los rubores ocultos tienen menos cabida. Sin embargo, el verdadero choque llega con la proximidad verbal.
En el mundo hispano, la palabra es como una prenda: sirve tanto para mostrarse como para resguardarse, para desnudarse emocionalmente o apenas sugerirse. Decir algo no es solo decirlo; es elegir cuidadosamente qué tanto se entrega.
En español, “querer” es casi sinónimo de amar, aunque “amar” suene más poético, más propio de canciones o versos. Así, “querido” lleva consigo una carga afectiva fuerte, íntima, y cuando se usa en contextos cotidianos —como un “gracias, querido” o un “adiós, querido”— activa de inmediato un resorte semántico.
No hay intención romántica, ni el que agradece es un amante, ni quien se despide lo hace con pasión. Pero la palabra, con todo su equipaje emocional en español, despierta un cosquilleo sentimental inesperado, como si el idioma materno reclamara su derecho a interpretar, incluso fuera de contexto, en este caso, en Brasil.