Los bulos siempre existieron, si no, no constaría la palabra bulo, que es un rumor con el afán de enredar, casi siempre engañar, entorpecer, jugar al despiste, hacer del escenario una partida de póker.
No tengo ni idea de por qué a un bulo, en español se le denomina fake news, todo lo que mis padres no saben pronunciar es sospechoso, faquenius no es de recibo, por tanto, yo siempre opto por bulo para que un extranjerismo innecesario no ocupe el lugar de la palabra de mi idioma materno (y paterno).
Pero el problema en el que nos encontramos en 2025 no es de mensajes, sino de realidades, que es de lo que se trata, hechos, blancos y negros, o grises, no discursos, literaturas o construcciones de efecto.
Un mensaje sospechoso puede ser un bulo, solo que como se escribe tan mal, es decir, o corto, o a medias, o con prisa, o con reducción de palabras, o con IA, o con censura previa, es difícil creerlo porque ya viene insano desde el principio, la única manera de zafarse del mensaje será pues, ir a fondo, y descubrir si la realidad es en efecto una realidad espuria o algo en el que todos estamos de acuerdo.
Se trata de realidades espurias o no y no de la culpa del mensaje escrito, de ir al grano, y entre otras, tratar de ponernos de acuerdo de si un caballo no es una vaca o el sol un tomate.
El mensajito està muerto, hoy es una aberración, una broma pesada. Pero no es su culpa, la tiene la Torre de Babel.