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Existe uma dificuldade de falar com medida em tempos de excesso de informação. A fala rápida e repetitiva se tornou comum, especialmente nas redes sociais.
Hablar bien es una virtud; hacerlo poco, todavía más. Resulta difícil hoy medir las palabras cuando estamos rodeados de tanta información. Para destacar, parece necesario hablar mucho, rápido y más que los demás, sin dejar al interlocutor ni un respiro para pensar.
Youtubers
Los youtubers practican esta estrategia, una especie de juego retórico basado en el horror vacui verbal. Entre una palabra y otra apenas hay silencio, es una avalancha de frases continuas. Pero hablar tanto y tan deprisa no garantiza contenido, la repetición es frecuente, la insistencia busca que el mensaje se fije. pero quizá solo transporte una idea dicha de muchas maneras.
Antes, quien hablaba mucho quedaba estigmatizado, aunque lo hacía con calidad, la verborrea no era tan intensa, los medios eran más caros, encontrarse con otro, también, había que precisar más la palabra. Errar entonces era un dispendio además de una pérdida de tiempo. En las máquinas de escribir, equivocarse implicaba rehacer todo. Hoy basta con pulsar “retroceso” y todo comienza de nuevo.
En lo oral, el “bocazas” llamaba la atención por sus exabruptos, pero tenía estilo. Ahora, la provocación constante se volvió rutina y perdió brillo, por lo común, el tráfico de información es agotador.
Lamine Yamal
Lamine Yamal se arriesgó provocando al Real Madrid este fin de semana, diciendo que el equipo al que odia “roba partidos”. A Vinicius este tipo de actitudes no le salió bien en el pasado y parece haber aprendido de ello. El joven Yamal se equivocó al sostener su bravuconada, ni tocó la pelota, le pesó su exceso verbal, sin duda.
Los bocazas de antaño eran otra cosa, incluso en la indiscreción había arte, sostenían la palabra hasta las últimas consecuencias. Los actuales jugadores, en cambio, hablan más, y luego se enredan al jugar, porque a diferencia de las redes sociales, los partidos son de verdad, y acaban deparándose con la realidad real. Hacer valer la palabra es un rasgo de distinción, elegancia, hace falta coraje para serlo, no vale cualquier uno, incluso para los bocazas.
Para este viaje, Yamal, no hacían falta estas alforjas, le va a venir bien.

