Segundo Villanueva / São Paulo, 11 de Maio de 2023
Brasil produce muchas personas brillantes y me atrevo a considerar, únicas, por la disparidad cultural, racial y de extensión del país, no tengo seguridad. Si a este talento lo condecoramos con sentido del humor, obtenemos genios como Ariano Suassuna. Qué difícil es ser brillante y divertido. Amaba la lengua portuguesa (como a él mismo) reivindicándola contra las innecesarias incursiones del inglés en frases cotidianas: la lengua es el principal patrimonio cultural de cualquier país. Era un universalista localista. Siempre usaba el ejemplo de Cervantes, el cual afirmaba categóricamente que la portuguesa era la más bella y sonora de todas. Y a fe que tenía y tiene razón, literalmente, en comida, el portugués, principalmente de Brasil, y según mi modesta opinión, podría considerarse una golosina.
Suassuna tenía una exquisita relación con el mundo hispanoamericano y peninsular, que también reivindicaba, y en sus suculentos diálogos con sus colegas tuvo tiempo hasta de pensar en español (desde el portugués. O en portugués, desde el español). La española, decía, con júbilo, era la portuguesa con sílabas de más en cada palabra (manhã/mañana) y con palabras de más también en cada frase (tomara que caia/ojalá por ventura tenga el destino que se le venga abajo la blusa). Finalizaba, gráficamente, el español, no era otra cosa que un portugués lleno de HUESOS (consonantes).