De pequeños queríamos ser grandes y vencer a los amigos así como convencer a algunos adultos con cosas de niños pero con forma de mayores: a los tenderos de los ultramarinos, a la pescadera, a los hombres de las calles, al cura, al médico. En esa época, se vivía de un lado para otro y lo social era como natural, no como hoy, que lo social parece escrito.
Utilizar el "ha dicho mi madre" era un salvoconducto para ser escuchado, se arrojaba la responsabilidad en un adulto, en este caso, la madre, y las personas adultas, como la madre, veían en el niño, a la madre, a un igual, era para tenerlo en cuenta. A los niños el "ha dicho mi madre" infundía respeto, y hasta un poco de miedo, y cuando había que reñir, lo cual no era nada infrecuente, un "ha dicho mi madre" sugería una especie de maravilloso armisticio para conseguir lo que uno, al final, quería, porque siempre uno, al final, quería algo de los demás, fuesen grandes o iguales.