La tragedia caracteriza el mundo hispano, de tal manera que las cosas están bien o mal pero no quizá mejorando o empeorando.
El drama, propenso en un pueblo donde el egotismo es una característica bien extendida, principalmente en la Península, se expresa de una manera bien adecuada con la hez, un término que sustituye a mierda y que los franceses popularizaron en su literatura, cine y cotidianeidad con merde.
Esta palabra, atravesada por ese sonido gutural tan característico de la fonética francesa, elegante y de gran sonoridad , hasta despierta el apetito (hay palabras que dan hambre y otras, rabia) diferente de mierda, que sugiere todo tipo de eventos escatológicos, además de olores y suciedad.
Quizá fue la imposibilidad de combatir la merde francesa lo que hizo incorporar inmediatamente al español la hez, mucho más suave y original, y que la supera con creces pues se refiere no a una situación caprichosa como pudiera ser su par francesa sino al fin del mundo, un desastre irreversible, lo peor de lo peor, no esa veleidad elegante de tres al cuarto.