Para ser un buen líder es necesario tener poder e influencia, porque tener poder sin tener influencia genera la figura de un tirano para los subordinados, las personas hacen las cosas porque tienen miedo, no porque quieren hacerlas.

Hay un estudio realizado por la consultoría Hay/McBer que muestra seis estilos distintos de liderazgo.

Hay dos de ellos que es mejor no tenerlos como elemento predominante, que son:

El estilo coercitivo exige el cumplimiento inmediato de las órdenes del líder: “hazlo porque lo mando”. Este estilo no debe ser utilizado con mucha frecuencia sino en las situaciones de crisis.

El modelador también debe ser utilizado con parsimonia para no generar clones de ti mismo, la frase que lo define es “hazlo como lo hago yo”.

Los otros cuatro estilos, que hay a continuación, deben ser más utilizados porque generan el tipo de liderazgo positivo.

El visionario, que lleva las personas en la dirección de una visión, por ejemplo, Martin Luther King que en su discurso dijo que tenía un sueño y quería que todos lo siguiesen juntos, “venid conmigo”.

Otro estilo de liderazgo es aquel que desarrolla personas para el futuro, este es el Consejero, que quiere que la persona aprenda por qué y qué está haciendo, su frase es “intentad esto”.

El tercer tipo es el democrático que consigue el consenso a través de la participación, requiere trabajo en equipo, colaboración y comunicación, se resume a esta oración: “¿Cuál es tu opinión?”

Para ser un buen líder es necesario hacer que los otros piensen por su propia cabeza para llegar a la misma conclusión, no se puede dar las respuestas, sino hacerlos pensar.

El último estilo es aquel que agrega y que requiere la creación de vínculos, conocer a las personas con quien trabajas para encontrar su motivación. Lo que motiva a uno no motiva a otro. La frase de este tipo de líder es “¡Primero, las personas!”

El arte de ser un buen líder es utilizarlos todos en los momentos correctos, con quién estás trabajando y en la dosis adecuada.