Resumir las personas en guapas y feas puede ser un reduccionismo precipitado, lo social nunca es neutro y existen preferencias, el prejuicio ayuda a simplificar y acelerar las decisiones, es necesario actuar lo más rápidamente posible y los riesgos se asumen con todas las consecuencias.
El por qué se califica siempre negativamente al otro (en privado, en público, no) pertenece a los innumerables misterios de la naturaleza humana y debe de tener obscuras raigambres psicológicas.
Que en el imaginario popular el inglés sea la lengua del imperio (de plena actualidad), el francés de la élite burguesa (prejuicio algo antiguo ya, casi histórico) y el español la de los pobres es una manera de simplificar lingüísticamente al mundo, en este caso, desde mi punto de vista, un reduccionismo erróneo con fatales consecuencias para las corporaciones brasileñas.
Afortunadamente, en el caso del español, sin embargo, y hoy más que nunca, la realidad está muy alejada de la mayoría de la narrativa contemporánea.