Revista Vamos Contigo 228 - Expresión escrita y comprensión lectora - Comportamiento
Segundo Villanueva / São Paulo, 07 de Dezembro de 2020
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Fue necesario girar el móvil hacia un lado para evitar el reflejo indiscreto del rostro en la pantalla, insistía en recordar unas carrilleras algo sobresaltadas, verdaderas, pero inoportunas, era una manera de darle un descanso al ineludible dato, dichoso o desdichado, del paso del tiempo.
Cambiando la disposición del aparato se maquilló la verdad, un alivio.
Vía libre para pensar en los pájaros y las flores, son mañanas plácidas y burguesas típicas de los de que de la ciudad visitan a los familiares de los pueblos, debe de ser exactamente lo contrario para ellos, pero no viene al caso.
En casa de la suegra la naturaleza sigue su curso a pesar del cambio climático.
Por el aire juegan como niños pequeños saliendo del colegio y en corribandas aéreas, innumerables bandos de maritacas ruidosas. Se diría que llenan el espacio aéreo de verde y de travieso barullo. Se diría que una naturaleza efervescente y empoderada es lo que hay.
En las ranuras de los muros de la amplia casa amarilla, llena de árboles, plantas, flores y toda clase de vegetales imaginables, brotan espontáneamente pequeñas plantitas que pujan por abrirse un hueco en lugares insospechados, inimaginables, de vértigo, increíbles. Como tortugas recién eclosionadas, estas sí, saldrán adelante, agua y sol no les faltará.
Los lugares alejados de los grandes centros urbanos no tienen ruido a no ser de algún camión lejano o de pájaros traviesos, son como adolescentes lleno de savia dulce, borrachos de energía solar y agua, qué ganas de darles una chapada en el culo si lo tuvieran, adolescentes irredentos.
En este lugar de la tierra es muy fácil dejarse vivir, tanto, que es hasta sospechoso.
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