Les copio aquí el último artículo de John Carlin, publicado ayer.
Sobre el autor, decir que fue un gran periodista. Un día escribió un libro sobre Mandela que tuvo un gran éxito y fue llevado al cine por – nada menos – Clint Eastwood. Entonces la calidad de su columna de opinión bajó. Lo de hoy es una excepción.
En defensa del futbolero
Existe un grupo reducido de gente en el mundo que no solo no entiende que seamos tantos los que nos pasamos gran parte de nuestras vidas hablando de fútbol, sino que nos desprecia. Qué ridículo, dicen, obsesionarse con un juego en el que 22 personas corren detrás de una pelotita cuando la crisis nos mata, cuando el futuro de Europa está en juego, cuando tenemos la alternativa de conversar sobre literatura, o cine, o música, o el cambio climático, o la primavera árabe, o la religión, o el tigre siberiano, en peligro de extinción.
Bueno, pues hagamos una breve defensa de los futboleros. Se podría escribir un libro sobre la cuestión; nos limitaremos a dos argumentos.
Primero, lo que muchas veces define a aquellos que nos desdeñan es el esnobismo intelectual. Suelen pertenecer a ese pequeño sector de la población mundial que goza de la suerte de haber tenido una buena educación, permitiéndoles desarrollar a un alto nivel su capacidad cerebral. Lo que no ven desde sus torres de marfil es que el mundo del fútbol es la democracia más grande que hay. Da igual que uno sea rico o pobre, culto o analfabeto, el fútbol nos permite a todos hablarnos de tú a tú, en igualdad de condiciones. En el debate sobre cuál es mejor, el Real Madrid o el Barcelona, el Arsenal o el Chelsea, Argentina o Brasil, el escritor, el filósofo, el Nobel de la ciencia, el ministro de gobierno y el listo que se embolsa un bonus millonario mientras su empresa se desploma participan con igualdad de criterio con el albañil desempleado, el campesino chino, con el minero africano. No importa su país o su condición social, todos tienen acceso a más o menos la misma información y todos tienen la misma capacidad para interpretarla.
Segundo, hablar de fútbol no solo es hablar de fútbol. En la superficie el tema es si Messi es mejor que Ronaldo, o si el planteamiento táctico fue el correcto, o si el entrenador debería haber puesto de lateral a fulano en vez de a mengano, o si el árbitro se equivocó, y tal y cual. Pero existe también un proceso mental paralelo en el que participamos los futboleros, sin necesariamente darnos cuenta de ello. A través del fútbol definimos nuestra identidad moral, igual que cuando nos asociamos con un partido político, o con una causa, o una religión.
Por un lado está nuestra afiliación tribal, que suele ser heredada. Somos del Madrid —como somos del PP o de Esquerra Republicana o católicos o musulmanes o ateos— porque nuestros padres nos indicaron el camino. Más interesante, porque revela más sobre el carácter de las personas, es con qué jugador o entrenador de su propio equipo nos asociamos más. Éste es el proceso mental oculto al que nos referimos. Obligados a elegir, por ejemplo, entre Iker Casillas o Cristiano Ronaldo, entre José Mourinho o Vicente del Bosque, uno delata claramente sus valores, cuáles son sus prioridades, qué es lo que más importancia tiene en su relación con el mundo exterior.
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Especialmente reveladora es la opinión de los futboleros sobre personajes que no son de su equipo, ni de otro por el que sienten particular rivalidad. Hace nueve días en un bar neoyorquino un albanokosovar que había huido de la guerra en su país a los 13 años contaba que su jugador favorito en el mundo era Pedro, del Barcelona. Mientras festejaba los tres goles que había marcado Pedro ese mismo día para la selección española, el albanokosovar reconoció que había jugadores mejores, pero para él el canario representaba una actitud frente a la vida a la que le daba un singular valor. Su visión de Pedro era la de un luchador incansable, un obrero noble, un hombre optimista que exprime siempre lo mejor de sí y mantiene la sonrisa en el triunfo y en la adversidad.
Para otros los referentes serán Obama, el Papa, Castro, Mandela, Merkel, Paul Krugman, Vargas Llosa, Philip Roth, Clint Eastwood, Pavarotti, Bill Gates o el presidente de la Asociación para la Defensa de la Naturaleza. Para este albanokosovar, que tras una infancia dura acabó triunfando en Estados Unidos, Pedro es el modelo a seguir, el personaje en el que ve reflejada la imagen que aspira a tener de sí mismo. El contexto es el fútbol. Cosa seria.