El viernes 1 de junio el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (busquen a su profesor más cercano para la fonética de la R y la J), despidió a la selección, que marchaba a la Eurocopa. Les pidió que nos den una alegría.
Rajoy pide a la 'Roja' que "nos de una alegría" por europapress
El barra brava David Gistau, escribió un divertido artículo sobre el tema.
Alegría, olé
EL PRESIDENTE del Gobierno acaba de agregar una misión a las que ya tuvieran que arrostrar en la Eurocopa los jugadores de la Selección española: traer una alegría a un país necesitado de ella. Fue decirlo, y el equipo comenzó a acercarse psicológicamente a la eliminación. Porque eso es algo en lo que yo habría preferido que no tuvieran que pensar los muchachos. No ya porque Rajoy fue votado masivamente para hacerse cargo él del estado de ánimo nacional, y es pronto, aunque esté abrasado, para trasladar ya la responsabilidad. Sino, sobre todo, porque los futbolistas son más eficaces cuanto más encapsulados estén en su infancia prolongada, sin nadie que les diga que los reyes son los padres, o que los ERE escupen del sistema a hombres abocados a la frustración definitiva, o que, a veces, un juzgado ordena el desahucio de una familia de su propia casa. Dejan hablar a Rajoy cinco minutos más, y hasta Reina, el guasón, sale de Moncloa llorando, tomada la decisión de pasar la Euro sirviendo sopa en un comedor social de Aluche.
Justo cuando la Selección se dispone a partir a jugar -y obsérvese el sentido lúdico que hace falta proteger en el verbo jugar: «Salgan y diviértanse»-, va Rajoy y les habla como si la estadística de suicidios relacionados con la crisis estuviera esperando para repuntar a que Sergio Ramos envíe al tercer anfiteatro su penalti de la ronda de cuartos, pongamos que contra Ucrania. Piensa en ello, Sergio Ramos, cuando vayas a patear: cinco millones de parados estarán viendo tu carrerilla con un bote de barbitúricos a mano, por si les falla esa alegría que el propio presidente ha reconocido que es la única que aún se puede esperar en la escombrera de nuestro tiempo. Es lógico que Del Bosque se haya apresurado a aliviar a los futbolistas recordando la obviedad de que un partido de fútbol no resuelve los problemas de una nación, ni tampoco los empeora. Porque sólo otro equipo ha deprimido así a sus propios jugadores: Alemania, a la que sólo se le ha ocurrido llevarlos a Auschwitz para llenarlos de tristeza, de culpa heredada, y de la certeza de que, si después de los hornos la poesía no es posible, menos aún el tiqui-taca. Si llega a jugarse un España-Alemania, los 22 terminarán llorando, abrazados en el medio campo, incapaces de sacar de centro.
Comprendo que en los bares se presume más de los mundiales conseguidos que de la prima de riesgo o los Nobel de Literatura. Pero espero que España no se haya convertido ya en una nación que compensa con el fútbol otras pulsiones primarias su resignación al tercermundismo. Más que nada porque, de caer en primera ronda, no va a quedar más remedio que invadir las Malv… Digo… Gibraltar.