Si la de Diego Maradona fue la de Dios, ¿de quién fue la de Cucurella? Esa mano fue una mano como Dios manda, con todas las de ley, extendida, un auténtico obstáculo de la física, una mano rampante, donde las haya, más clara que el agua. Pero para mí, que soy español, no. Según la French Theory, con Foucault, Derrida, Lacan y Deleuze, que abominaba de los hechos objetivos y consecuentemente de La Ilustración y todo lo demás, no existe la razón como un dato universal para averiguar qué ocurre en el entorno. El individuo y su percepción imantado con el otro individuo y su parecer en una especie de retórica infinita es la única manera de romper con el sistema de edificación racional de la sociedad, peligrosísimo porque estaba al servicio de la producción y su utilitarismo irreversible. Para evitar las verdades universales y este tipo de aberraciones era necesaria la llegada de otro parámetro cognitivo, mucho más individualista y moderno: nada es, sino lo que a uno. Por ello, la mano de Cucurella, desde mi humilde posición, y contrastándola con la de otros que también animaban a España, no me pareció mano del todo.