Surge la duda de si es lo mismo que el masculino, la lucha por la paridad erradica finalmente el mérito, y vuelve un socialismo, decimonónico e inevitablemente financiador (el 170% de lo que no genera, en sueldos), el de los que no ven a Nadal como un ejemplo, por ejemplo, hoy el femenino adolece de política, entendiendo a la política moderna como una empresa endogámica destinada a reproducir más políticos y naufraga en brillo, ha decidido transitar por las batallas culturales, y lo mejor está fuera, alrededor de los despachos, las mismas reglas para dos sexos con volúmenes no equiparables, generan circos diferentes y la comparación es inevitable, la Ventana de Overton nuevamente nos induce a pensar que un pico tuvo pecado cuando de lo que realmente se trataba era de ganar lo mismo que los del otro fútbol, y surge la duda de si el camino es el correcto cuando lo que se ventila no es crear una nueva realidad, aspirando a mejorar la anterior, sino la apropiación de la que ya está, en principio, condenable, es decir, a perpetuarla. Ininteligible y algo surrealista.

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