Y el gol de Mata. 4-0.
Escribe Boyero:
Hace mucho tiempo que no veo una película que amo titulada Muerde la bala (Bite the Bullet), pero me aparece una sonrisa beatifica cada vez que recuerdo su final. Describe una larga, extenuante y heroica carrera de caballos a través de valles, montañas y desiertos en la que solo puede haber un ganador. La recompensa es dinero, fama y gloria. Casi todos los que participan en ella son perdedores. Hay aficionados y profesionales, pero todos se juegan mucho. Por distintas razones, necesitan imperiosamente ganar. Les acechan todo tipo de odiseas que ponen a prueba algo más que la dignidad. Concluyo. Un Hackman roto va a llegar a la meta. Le sigue su colega de toda la vida con la lengua fuera. Hackman desmonta, espera a su rival, entran juntos.
Cualquier escéptico con argumentos, cualquier persona realista y sensata, estará convencida de que esos gestos tan hermosos como increíbles solo ocurren en el cine, que es una utopía adolescente pretender que algo así ocurra en la vida real. Pero en la memorable final de la Eurocopa veo cómo Torres, solo ante el portero, con la posibilidad de ser máximo goleador para alguien cuya eficacia despierta dudas desde hace demasiado tiempo, le regala ese gol a su compañero en el Chelsea, a alguien que no se había movido del banquillo en todos los partidos que había jugado España. Fue lo que no hizo egoístamente Pedro con el deprimido Torres, este con inaplazable necesidad de un gol, en la final del Mundial. Me emocionó el gesto del Niño rubio. Y me puse a aplaudir con el beso de Casillas a su novia en Sudáfrica. O sea, la realidad imita al gran cine, como a mí me gusta.
Pedro: Tienes toda la razón, estoy totalmente de acuerdo contigo. No soy un fanático, ni siquiera un entendido como tú, pero ese día, con ese partido, disfruté como nunca. No fue solo un partido …. ¡Fue una lección de vida!
Gracias, Jordi.
Por cierto, yo tampoco soy un fanático ni un entendido. Soy un aficionadillo.