Como no existen políticos, ni medios de comunicación, ni ciencia, lo que queda es hacerle caso al médico de cabecera y tomar decisiones prudentes orientado por la veleta del sentido común.

A esto nos han abocado los que dirigen este matrix.

Salir a la vida sin miedo es lo que ahora el alcalde de São Paulo acaba de determinar a día 22 de agosto.

Hay un solo motivo que lo origina, apalancado por la disminución de los contagiados y aprovechándose de una posible inmunidad de rebaño (de los que continuaron trabajando con mayor, menor, mínimo riesgo, supermercados, farmacias, electricistas, funcionarios de los centros de procesamiento de carnes, no de los que se quedaron en casa, los cuales deberán aguardar la vacuna): el económico.

El aumento del desempleo, los cierres de los comercios de calle y la quiebra de empresas.  Esto es insustentable.

La ecuación es bien simple, si no se generan recursos, no se recaudan impuestos, consecuentemente surgen dos problemas, la preservación pública (un buen momento para repensar su dimensión) y la prestación de servicios.

Las cuentas no cierran, ya no cerraban.

La primera apertura a nivel nacional coincidió con la vuelta de los impuestos federales, no vinculados a la evolución de la pandemia, y esto ocurrió en junio.

La mala decisión inicial de permitir los carnavales fue también económica, esto fue en febrero.

La confusión de la ciencia acerca de la idoneidad de las mascarillas también, pues no existía posibilidad de abastecimiento en el momento en que se declaró la catástrofe, esto fue en marzo.

Después vino el miedo instigado a la población, y que una gran parte lo incorporó como un periodo de relax, incluso, y en eso Brasil es experto, convirtiéndolo en life style a través de muchas personalidades públicas, principalmente artistas, y que es la principal coartada del control.

Pero esto es fruto de la confusión aliada a la desorientación, no tener conciencia de la realidad, ni de la dimensión, ni de la evolución del problema a medio plazo o largo, lo que aboca inevitablemente al quédate en casa (es lógico que cuando no hay contacto la posibilidad de transmisión exponencial es menor, pero el doméstico es inevitable, solo Nueva York reconoció este episodio) y posteriormente el trapicheo de cifras como rédito, en políticos y medios de comunicación.

La ciencia continúa muy perdida, comenzando por el comité de expertos inexistente en España, vaya papelón, España se está convirtiendo en un fake news en sí misma.

Y siguiendo por lo deslabazado de la gestión nacional a nivel mundial, prefiriendo unos tratamientos a otros sin coherencia, explotando confinamientos que se muestran disruptivos dependiendo del país, sin contar con la especificidad de cada población.

La OMS, con su gen apocalíptico, claro, es su gasolina reproductiva, se ha convertido en un fantasma odiado, un bando de funcionarios carísimos bastante poco eficaces.

Vuelvo otra vez a hacer algunas reflexiones de barra de bar, consciente de que en los tiempos que corren no existe posibilidad de diálogo y lo que urge y está de moda es el tambor ideológico promovido principalmente por la distancia social, el neurótico miedo y las tóxicas redes sociales.

 

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