Después de los atentados de Barcelona, Cambrils y Turku en Finlandia, el terror continuará robándonos los ojos pero nos los corazones, como decía el escritor, vendrán los buenistas y dirán que la culpa la tenemos los que nos batimos el cobre diariamente para sacar nuestras vidas adelante, que los niños que perpetraron la matanza son el deshecho de una construcción social (construcción social para justificar a los asesinos e intervención pública para lo mismo con los pichadores es algo que a los hombres de bien nos hace muy mal) de la cual participamos todos, vendrán los desasosegados y esgrimirán sus alarmas, totalmente justas, es difícil intuir un futuro distópico como el que nos presentan algunos imanes, que deberían estar encajados en los círculos de decisión de las ciudades europeas para asumir la responsabilidad de cada gota de sangre derramada por sus acólitos, como las de la semana pasada.
Segundo Villanueva, São Paulo