A Dilma la echaron por incapaz y antipática, no por corrupta. Corrupto es su partido, tanto como los otros. Temer tiene un problema, la cantidad de incapaces que gobiernan los estados brasileños. Ninguno sobreviría gestionando un ultramarino de barrio. Mientras la población brasileña continúe intentando sobornar policías de tráfico para evitar multas y el perfil del gestor político sea, no digo siquiera un intelectual, algo también peligrosísimo, un charlatán populista, Brasil tendrá problemas para gestionar su moral, recursos y sostenibilidad.
Segundo Villanueva, desde São Paulo