Algunos de los profesores de España Aquí en la actualidad son catalanes, enseñan español muy bien, representan al lugar donde trabajan como yo creo lo haría si lo hiciera en cualquier institución, conocí a otros también, algunos de fiar, otros no, también a madrileños, unos de fiar, otros no, murcianos, unos de fiar, otros no, y así, no noté nada raro en los primeros como algunos quieren hacernos pensar, quizá que fueran algo desconfiados incluso entre ellos, principalmente entre ellos, esto me llamó mucho la atención y seguramente asustadizos al principio, un poco obscuros, respetuosos, más al principio también, algo echados para adelante con una copa encima sobretodo, pero no demasiado, meticulosos siempre, profesionales en el sentido estricto de la palabra y esencialmente contradictorios, pero esto es algo inherente al ser humano, así que nada excepcional.
Ni eran mejor trabajadores ni tampoco grandes mentores de ideas, nada que justificara un brillantismo que parecían haber vendido al mundo intensamente después de las olimpiadas, se podría incluir polémicamente también una cierta perturbación acerca de su tímida xenofobia, en forma de chiste, pero igual de presente y desagradable en relación a los andaluces y valencianos además de una relativa tirria a todo lo español que ven de manera poco ponderada llamándonos ineludiblemente, fachas.
La mala educación de la Cataluña envuelta en banderas estrelladas independentista consiste en Cataluña hacer lo que quiere saltándose la ley en rojo, a mí me gustaría que los que quisieran hablar español lo hicieran si quisieran también y que Barcelona votara por ella, así como Tarragona o Salou, llenas de rebosante mala educación si hubiera que aplicar el mismo cuento, sí, de mala educación digna de un adolescente sin curtir, de un niño mimado que se siente bien en la bulla, los del griterío son como siempre los pobres hombres exaltados . No me creo a nadie envuelto en ninguna bandera que esté dentro de sus cabales, todavía España está reinventándose después del XVI, meterse una española es tenerlo casi todo bastante claro, yo creo que ni Galdós lo hizo nunca en su vida, Cataluña está llena de charnegos, payeses, burgueses y emigrantes, muchos de ellos musulmanes, chorizos por arriba y por abajo y turistas en exceso, el adalid del berrinche independentista es descendiente de andaluces, es decir, un perro callejero, y lo más importante, la mayoría uno tiende a creer que piensa español y quiere serlo, Barcelona es española y Tarragona también, además de Lérida, casi siempre la montaña impregna de cabezonería, Gerona, no, qué hacen estos tipos con banderas estrelladas e ideas tan nítidas cuando todo está tan suelto, tan parecido a España, que es lo que es porque es donde están desde siempre, creo sinceramente que son también unos fachas, si abro la boca me cortan la lengua.
El sabio decía que hay que seguir los buenos ejemplos y que su lección siempre fueron los malos.
La mala educación de Cataluña es precisamente lo que no hay que hacer.
Segundo Villanueva, São Paulo
Nunca he sido amante de las generalizaciones hablando seriamente. Soy catalán de nacimiento de familia mitad catalana de inúmeras generaciones y mitad navarra y riojana. Me siento y soy español, sin renunciar a todas mis culturas. Culturas en plural, sí, porque he crecido y me he formado en español, catalán y francés.
Estuve en contra de la dictadura de Franco y estoy en contra de la dictadura actual de la Generalitat.
Siento lástima por una generación que el día de mañana no sabrá desenvolverse en castellano.
Estoy a favor de sumar y no de restar. El futuro global hacia dónde vamos es Europa y no retroceder en pequeñeces.
Nunca he entendido que por ser o sentir algo haya que estar en contra u odiar lo otro; ni culturalmente, ni deportivamente, ni sexualmente…
Quizá porque desde muy joven he viajado y vivido en varios países he ido madurando con amplitud de miras.
No sé si se trata de buena o mala educación, pero de lo que sí creo que se trata es de cumplir la ley y las normas y de un sentido de la universalidad en el concepto más estricto de la ética.