No hay cosa más hortera que una campaña electoral: las mismas pegatinas de siempre, las mismas camisetas de siempre, las mismas sonrisas de siempre (asustadoras, como el joker de Batman), las mismas paseatas de siempre, las mismas promesas de siempre, los mismos espacios televisivos y latosos de siempre.
(Más que el traqueteo dominical de Faustão, una ficción incólume, un milagro.)
¿Qué tienen que ver los santinhos en toda esta historia?