Hace unos años era impensable convivir en igualdad de condiciones con las bicicletas.
Hoy es impensable no hacerlo.
Los Uber y otro tipo de soluciones de locomoción forman parte del paisaje y el coche cada vez más se restringe a lo privado y al lujo, no es más una necesidad inmediata.
Esto demuestra también un cierto fracaso de los transportes públicos, solo el tiempo nos dirá si van a entrar también en decadencia.
Al mismo tiempo que surgen las bicicletas surgen los derechos, y con los derechos, las fricciones, a veces la falta de entendimiento también. Primero con aquellos que ven una invasión a un status quo que prevaleció y ya no, y en segundo lugar con los que asumen la tendencia, incorporan el derecho y a veces lo extrapolan.
Diógenes jamás se quejó porque cuando miraba para atrás siempre había alguien recogiendo los huesos de la aceituna que tiraba al comérsela.
Después de las bicicletas están llegando los patinetes. Y seguro que es el momento de revitalizar al más débil, al pedestre, reconducir la escala de derechos y deberes de una sociedad móvil es mucho más complejo que establecer unas reglas basadas en pistas por dónde transitar.