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En El Ambidiestro se confirma lo que sospechábamos. Dos trincheras, dos sargentos, dos ráfagas de violencia, dos subalternos, dos principios llenos de ira, de prejuicios y un pobre desgraciado en el medio, que simboliza a la mayor parte de la población española que participó del genocidio patrio.
La culpa de los nacionales, empezar la guerra. Cuando era pequeño y tirábamos el balón fuera, nadie quería ir y nuestra ley era, el que la tira va a por ella, o el que pega, paga. Así que esto, los que quedan, muy pocos o casi ninguno, es lo que tendrán hasta el final de sus vidas, y después también en los libros de historia, en los discursos contados a vuelapluma, en los también discursos inspirados por el sesgo de nuestros prejuicios.
El de los republicanos, su provocación, su descaso, su chulería, su absolutismo su falta de, sí, democracia, su violencia. Y esto lo arrastrarán para siempre.
La política española es un poco hija de la de los 30 a pesar de que hay hijos de los vencedores que no pisan una iglesia y de los perdedores que llaman maricones a los homosexuales.
Segundo Villanueva, São Paulo
Creo que de niños decíamos sobre el balón chutado lejos:”La ley de la botella,el que la tira va a por ella”
Incluso los que no participamos del genocidio y que nacimos después, que fuimos educados con principios de libertad, tolerancia y respeto, nos sentimos aún hoy “en el medio”. Sigue aquello de las dos Españas.