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Nunca había vivido algo parecido. Todos los días los precios de los productos están más caros. Esto va a inducir a una retracción del consumo o a una búsqueda de alternativas. Fue muy gracioso echarle la culpa a la cebolla hace unos meses del problema, antes más al tomate. A veces Brasil selecciona una víctima muy gráfica para justificar un problema que es mucho más grave. Los portugueses siempre estarán detrás de todos los males, al final de todo.
Pero que no se queje la red francesa Casino de que cada vez menos personas se pasan por el Pão de Açucar.
Es hora de ser inteligentes, de ver los precios mejores, de ahorrar y de hacer de las grandes cadenas de distribución, empresas con una mayor inteligencia distributiva, no solo aplastando a los distribuidores, sino generando un mayor consumo a través de ofertas, disminución de costos y ajuste de márgenes que hagan recuperar la confianza en el futuro del país.
Segundo Villanueva, desde São Paulo