Regresas,
una y otra vez,
porque así lo quieres.
Regresas, siempre,
tantas veces como las que te has ido.
Porque tú, aunque te duela, puedes ir tan lejos como imaginaste.
Una vez sobrepasas las mugas de tu pueblo no hay fin, si no diferentes direcciones que conducen de vuelta…
Puedes creer que allí, por esos caminos, encontrarás lo que buscas.
Poner mares grandes entre tú y el lugar de partida.
Y quizá, incluso, lograrlo todo. Lo tienes.
Pero aquí se creó el recuerdo de tus primeros miles de pequeños recuerdos.
Vistas a campos tranquilos de cebadas doradas mecidas por cierzos y bochornos. Aromas a brasas de sarmientos de casa y cocinas de la abuela. Llamadas a grito pelado de las madres que aún retumban en los tímpanos de tus amigos, sermones y lecciones de los maestros que te guardaste. Sabores a helados de Mendoza, cebolletas de Santos o el agrio de las primeras cervezas proscritas.
Regresas,
una y otra vez, porque así lo quieres.
Porque quizás nunca te has ido o necesites volver para irte, una y otra vez.
Por fin, regresas.