La abuela fue una adelantada, lo supimos muchos años después de su muerte al descubrir cartas que le escribía a Jesús en su intimidad contándole complejos por sus quilos de más o fracasos no descritos. En aquella época las personas hablaban de lo que había que hacer, de la comida, del dinero, los suprimentos, cómo resguardarse del frío o los preparativos de la Navidad. Pero nadie transmitía inquietudes, sus dudas o confirmaciones espirituales o las preocupaciones además de lo inmediato, porque no existían por la fuerza de la vida, ni con los amigos, ni en el seno del matrimonio ni mucho menos con nadie alejado del círculo familiar. La abuela se lo contaba todo a Jesús y nosotros la veíamos como una beata de misa que cantaba alto y la primera. En realidad, vivió intimamente y en secreto una época complejísima, la española, entre los años 50 y 70, en su versión más exclusiva y admirable, una mujer adelantada, que nunca cometió en sus cartas divinas ni un solo error de ortografía.