Avda. Rio Branco, al lado de cracolandia.
Un niño, o niña de chocolate, sorprendido, una cuchara queriendo algo, una boca mayor que una ventana, ojos fértiles.
Qué más da el metálico utensilio cuando a él o ella, el cacao le rebosa por los poros de la vida.
El grafiti ocupa la fachada lateral del edificio, al lado, otro, con un poquito menos de suerte nos recuerda que São Paulo continúa siendo São Paulo a pesar de que, evidente, uno lo percibe, no le va nada mal convivir con los gustos buenos y a quién le amarga un dulce.