La estética de lo feo acaba de instalarse en São Paulo, calles, fachadas y restaurantes rezumando mal gusto.  Calculado.  Cuando lo inacabado sugiere bonito y el grafiti junto a una figura clásica de Einstein no rebota las críticas, hay que pensar que tenemos un nuevo género visual saliendo del armario.

No hay más que pasarse por Pinheiros y descubrir restaurantes rutilantes de lo más groseros, todos ellos puntualmente configurados en el desaire, desorden cromático y aberración de sus materiales, cuanto más feo más morbo, un clásico.

Qué le mueve al paulistano a sentarse en el underground, la reversión de la formalidad atosigante que supone configurar su etiqueta a diario, esta puede ser una de las explicaciones.

Todo es bonito en lo zafio, la fealdad paulistana recupera nuestra autoestima.

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Publicado por Segundo Villanueva

Escuela para la enseñanza del Español como Lengua Extranjera en Brasil

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