Probablemente será la película más estúpida y divertida del último fin de semana.
Los alemanes tienen la virtud de decir lo que quieren y nosotros, a escucharlos o no.
Pero lo que sueltan, pasa y se ve que todo lo que hay ya fue en Alemania.
Schubert al final se convierte en alguien entrañable, la secuencia de roles femeninos en la escena del café muestra que en resumen, todo es lo que era, y que las ansias no pasan de estereotipos, una película surrealista o un esperpento germánico, que cada cual saque sus conclusiones, yo disfruté escuchando los mensajes pedorros de la película.
Ya tocaba salirse de tiesto por una vez en estos tiempos de mordaza.