La peregrinación de todas las mañanas…

Como cada mañana, a eso de las once me voy a la Escuela a ver cómo están las cosas, un trayecto donde encuentro personas con rostro y los mejores soles del año, São Paulo, la ciudad gris por excelencia, donde acostumbra a prevalecer siempre una sempiterna exhibición monocromática y hormigonera.

Esta peregrinación la realizo por respeto al trance, es una manera de encontrarme bien conmigo mismo, inconscientemente no puedo evitar la sensación de que todo irá mejor yendo y peor si no, los precavidos albañiles encofrarán con una inusitada y adicional delicadeza los marcos previstos para los armazones de aluminio, carísimos, el acabamiento en blanco mediterráneo obtendrá el punto inmaculado próximo a la leche desnatada deseado, y los escombros darán paso con celeridad al orden, en parte, todo por causa de mi andanza matinal y diaria, ese decreto que inevitablemente busco todos los días azorado en lecturas que repriman las ganas de batirme en duelo con este mundo artificial y forzado diferente al que me contaron mis padres, me enseñaron los maestros y vi de la gente.

(sigue a nuestro sitio aquí si te parece interesante esto que te estoy contando)

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