Todo está cambiando en esto de la enseñanza de ELE. Nuestro papel, el de los libros, la postura y necesidades de los alumnos.
Y también la conformación de los grupos.
La heterogeneidad individual hace que el entorno de aprendizaje sea más complejo si cabe. Son muchos los factores, algunos específicos por la peculiaridad de que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea para lusohablantes con un registro tan próximo al español.
Existen diferentes maneras de aprender y surge también la necesidad de sopesar las habilidades lingüísticas y las que no lo son.
Lo más importante en los tiempos actuales radica en un celoso proceso de crecimiento en la competencia lingüística.
Y raramente los grupos son uniformes. Nunca lo fueron, la cuestión es que la manera de aprender era diferente, raramente el proceso productivo se realizaba antes del sexto o séptimo mes.
Hoy hay prisa y la diferencia se hace presente el primer día de clase.
En un primer momento esto puede suponer un factor negativo, pero hay que considerar que ya forma parte de una realidad que no tiene vuelta, y segundo, es necesario revertir esta visión para sacarle provecho, además de psicólogos, mentores, profesores, amigos, etc, tenemos en nuestras venas un espíritu indomable bien diferente al profesor clásico, somos gestores y nos están cambiando el guión todos los días, sabemos que la realidad es mucho más intensa que los preceptos teóricos de lo que debería ser.
La adaptación de los materiales, el aprendizaje colaborativo, la importancia de las competencias no lingüísticas, los asuntos personales y profesionales como prioridad y principalmente nuestra capacidad de gestión que imprime una dosis alta de experiencia de clase y cada vez menos de clase clásica harán que los alumnos siempre con un cariz democrático y transparente (preguntar y extraer una personalidad además de los intereses personales es preceptivo) nos nos van a ayudar para no resolver enteramente todos los problemas de disparidad, pero sí a mapearlos.
Finalmente, un solo apunte en relación a las pruebas de nivel, que incluyen cada vez más variables, como perfil psicológico, índice de vanidad, percepción de sí mismo, conocimiento teórico y fluencia oral.
Raramente estos ámbitos anteriores coinciden, al final la subjetividad es la clara vencedora cuando hay que tomar una decisión, es muy complicado rastrear un Avanzado B2 con un grado de conocimiento lingüístico Básico y más, cuando su autoestima es menor de lo que muestra su competencia.
Hay que elegir.
Como debemos optar positivamente por una interpretación de nuestros materiales siempre encuadrados en el currículo atendiendo las demandas personales y profesionales de los alumnos a través de un proceso de transparencia.
Hay que saber etiquetar al alumno con su perfil personal y académico y saber dónde quiere llegar.