Revista Vamos Contigo 189 - Expresión escrita y comprensión lectora - Comportamiento
Segundo Villanueva / São Paulo, 02 de Agosto de 2014
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En relación a Pamplona, hay algo más que llama la atención y que puede relacionarse directamente con su grado de desarrollo: la presencia constante de mayores recorriendo sus bellísimas calles.
Estos aparecen a cualquier hora del día, elegantes, agarrados de la mano, sentados en un banco, conversando, propiciando momentos de ineludible belleza en los que el tiempo se detiene y donde por primera vez, la vida, su ritmo frenético se echa a un lado y presta un merecido y soberbio homenaje al hombre en toda su dimensión.
Pueblan las plazas estos mayores de elegantísima presencia, ofrecen raciones incluso de conversación espontánea a los niños que pasan alrededor: les dan consejos sobre alimentación, los inquieren, quieren saber qué piensan sobre las cosas, de dónde son, y a partir de un determinado momento, comienzan a verter consejos de vehemente calidad a cualquiera, a desconocidos, a todo el que pasa.
Sopeso la elegancia del joven y la del mayor y este le sobrepasa. Da que agarra el valor del tiempo y la exposición social con un respeto mucho mayor que las generaciones anteriores.
Es de admirar el aprecio por cada minuto que pasa, el regusto por las cosas pequeñas, la nitidez con la que estima el valor social del tiempo.
Para el viajero circunstancial, un dato quizá que no pertenezca a los cánones de observación que estamos acostumbrados a atender.
Para el melancólico y respetuoso observador, algo extraordinario, para el hijo que retorna después de un buen tiempo, encuentra, que además del pan y sus aceras, el entorno que motiva la presencia o no presencia de mayores en las ciudades es un índice soberbio de desarrollo que nos infunde información de carácter social, económica y espiritual.